El UCAM Murcia y el Real Murcia protagonizan un derbi aburrido, en el que apenas son capaces de generar ocasiones de gol

Los murcianistas, pese al dominio, no pueden hacer daño a un equipo universitario que ofrece un juego decepcionante.

Cojan un vaso. Llénenlo de agua. Tomen un sorbo. ¿A qué sabe? A nada, me responderán. ¿A qué huele? A nada, me volverán a contestar. ¿Qué color tiene? Ninguno, me dirán. Pues esa sensación que tienen al beber un trago de agua, al contemplar el líquido en una botella, es la misma que dejó el derbi que ayer disputaron el UCAM Murcia y el Real Murcia en La Condomina.

Pese al ambiente que siempre se genera alrededor de estos partidos, pese a ser tan necesarios como el agua para nuestras vidas, pese a que hoy se seguirá hablando del encuentro, el duelo entre universitarios y granas fue inodoro, incoloro e insípido. Tan insípido que, cuando el árbitro señaló el final del partido, costaba recordar alguna ocasión clara de gol. Tan soso que, cuando los aficionados abandonaban las gradas del estadio, lo único destacable era que el Real Murcia había dominado durante más minutos que el UCAM.

Suele ocurrir con los derbis. O con cualquier partido que levanta una expectación elevada en los días previos. Nuestras mentes siempre son más imaginativas que la realidad. Hasta el momento, cuando UCAM y Real Murcia se enfrentaban, aunque el juego unas veces estuviese más a la altura que otra, casi siempre los aficionados se conformaban con los goles. Porque nunca el marcador había llegado al minuto 90 con un 0-0. Pues ese resultado fue el que se tragaron ayer los seguidores de uno y otro equipo. Y, aunque muchas veces el electrónico no refleja lo visto en el terreno de juego, en el día de ayer, el único que dijo la verdad fue el marcador.

Se pueden medir muchos aspectos, tantos como quieran. Poner en la balanza la intensidad o la concentración; dar mayor importancia a la posesión o a la colocación; medir los kilómetros recorridos por unos y por otros; o estudiar cuánto afectó el calor a un bando o al otro. En el Siglo XXI, el siglo de las nuevas tecnologías, cualquier detalle podría servir para reclamar una victoria a los puntos, sin embargo, todo esto da igual cuando el balón empieza a rodar, porque en el fútbol los únicos verdaderos protagonistas son los goles, y ayer ni UCAM Murcia ni Real Murcia fueron capaces de inaugurar el marcador. Es más, hasta los instantes finales de la segunda parte, mientras que los universitarios no probaban a un inseguro Lejárraga, los granas ni hacían cosquillas a Iricibar.

Dirán los expertos que fue un derbi de centrocampismo. Los que saben hablarán de que las fases defensivas se impusieron a las ofensivas. Después de cuarenta y cinco minutos en los que lo más emocionante fue ver como la pelea en el medio siempre acababa en los pies de Juanma y Manolo, lo único cierto es que cualquier opción de ocio hubiese sido más entretenida a esa hora de la mañana de un domingo veraniego en otoño.

A falta de fútbol, de velocidad, de ocasiones, solo quedaban las sensaciones. Y en ese terreno ganó el Real Murcia por goleada. Mientras los universitarios no eran capaces ni de poner las llaves en el contacto y arrancar el motor, los de Adrián Hernández tiraban de corazón a falta de calidad.

No cambió el técnico murcianista su esquema. Mantuvo su defensa de tres con Iván Pérez y Álvaro Rodríguez como carrileros. La principal variación estaba en el ataque. Pese al gran resultado que había dado la pareja Víctor Curto-Alberto Toril, el entrenador grana decidió romperla. La entrada de Chumbi no fue el motivo. El ‘9’ vuelve a perderse una semana más -ya van tres-. Por decisión técnica, el delantero mallorquín se quedaba en el banquillo dejando su sitio a Marcos Legaz.

Curto echa en falta a Toril

Echó en falta el Real Murcia las ayudas y el trabajo de Toril. Lo echó en falta sobre todo un Víctor Curto al que sus compañeros no supieron encontrar. Aunque Josema, en la primera parte, llevó la batuta, los murcianistas lo intentaron sobre todo por bandas, con Iván Pérez más activo que Álvaro Rodríguez.

Llegaba el carrilero murcianista hasta el fondo, sin embargo, a la hora de centrar tenía un verdadero problema. Pocas veces, por no decir ni una vez, fue capaz el murciano de encender la luz. Algo parecido ocurría en el lado contrario. Y así, ni el Real Murcia aprovechaba su dominio ni los granas hacían daño a un UCAM que, pagando la decisión de su entrenador de elegir un once con un solo delantero -Perales y Justo se quedaban en el banquillo-, estaba ofreciendo una imagen tan pésima que pocos aficionados asiduos a La Condomina recuerdan algo parecido.

No tuvo que estudiar mucho Adrián Hernández para desnudar a un Rubén Albés que tiene la soga al cuello. La telaraña confeccionada por Manolo, Juanma y Josema fue suficiente para frenar a un Rafa de Vicente que no pudo hacer daño. Con el malagueño encarcelado, sus compañeros se ahogaron solo de pensar lo solos que estaban. No había ninguna conexión en el bando universitario. Si De Vicente marcaba el número de Chavero, la operadora le informaba de que al teléfono al que llamaba estaba fuera de cobertura. Lo mismo ocurría cuando intentaban localizar a Higón o cuando telefoneabas a Camacho.

Ni un pase fueron capaces de dar los locales. Sin saber ni donde estaban ni qué hacer, el UCAM desaprovechó la inseguridad que dejaba ver Lejárraga cada vez que algún balón, más por equivocación que por acierto, llegaba al área grana. Una falta lanzada por Chavero en el minuto 7 confirmó que el Murcia tiene un verdadero problema en la portería. La mala salida del guardameta madrileño le dejó tan marcado que ya nunca se repuso, siendo incapaz de blocar un balón a la primera. Sin embargo, el UCAM, como los buenos vecinos, evitó meter el dedo en la herida.

La única esperanza en general era que la segunda parte solo podía ser mejor que la primera. Como el agua, siguió siendo incolora, inodora e insípida, pero conforme avanzaban los minutos y el cansancio se acumulaba, los espacios dejados por unos y otros permitían que las llegadas fueran más posibles.

Dos defensas tuvieron que ser los que generaran la primera ocasión clara de gol de los murcianistas. Edu Luna, en funciones ofensivas, abría a Alberto Rodríguez. El disparo cruzado del lateral se marchó pegado al palo.

Mejoró a partir de ahí el UCAM. El centro del campo grana, con Josema agotado, ya no apretaba tanto y en algunos chispazos, los de Albés sacaban la cabeza. Rafa de Vicente y Manu Justo probaban a un Lejárraga que no blocaba nunca a la primera. Sin embargo, el madrileño reaccionó bien cuando los universitarios más se acercaron al gol. Envió a córner un gran cabezazo de Hugo Álvarez y luego, tras una gran jugada de Mayoral, sacó una pierna para mandar fuera un balón que Camacho ya veía en la red.

Expulsión de Galas

Cuando el derbi parecía animarse, apareció el colegiado. En el minuto 85 expulsaba a Galas, dejando a UCAM con diez. Ya nadie confiaba en que el 0-0 se moviese, pero lo pudo hacer Peque con un disparo desde fuera del área que se estrelló en el larguero. Hasta la madera estaba cansada ya de un derbi insípido con dos equipos inocuos.